Un día de verano,
cuando comenzaba a atardecer,
mamá pata y papá pato
fueron padres de seis preciosos patitos.
Todos rompieron el cascarón
al mismo tiempo;
bueno, todos menos uno.
Había un huevo que
era algo más grande
y distinto a los demás.
En la granja, todos esperaban
impacientes su nacimiento.
Al fin, un poco antes
de que acabara el día,
el huevo comenzó a romperse
y el último patito sacó
su cabeza del cascarón.
Todos se acercaron a ver
al nuevo pequeñín pero,
al ver su aspecto,
se marcharon sin decir nada.
Tan solo la gallina dijo
– ¡Pero que pato más grande y feo!
Desde luego, no se parece
en nada a sus hermanos.
Puede que no sea
un pato de verdad
– y así es como el patito empezó
su andadura por el mundo.
Pasaron los meses
y el patito se hartó
de que todo el mundo
le dijera lo feo que era.
Todos, excepto sus padres,
le llamaban Patito Feo.
Una mañana, el pobre pato
decidió marcharse de la granja.
Ya no podía soportar
más los insultos de
sus compañeros y hermanos.
El patito comenzó a caminar
hacia el bosque en busca
de un lugar en el que
lo tratasen con cariño y respeto.
Caminó muchos días hasta
que llegó a un lago.
Allí vio una pareja
de patos salvajes
que nadaban plácidamente.
El patito se acerco y les dijo
– Buenos días, ¿no les importaría
que me quedase un tiempo por aquí?
–Uno de los patos salvajes
se giró y,
al ver al patito,
comenzó a reírse
–¡ Pero que pato tan grande y feo!
El pequeño pato
no permitió que siguieran
riéndose de él.
Rápidamente se marcho
en busca de un lugar mejor.
El otoño llegó y ya,
comenzaba a notarse el frío,
pero el patito siguió caminando
hasta que un día una anciana
lo encontró y se lo llevó a su granja.
Allí vivían también un gato
y una gallina
a los que no parecía
que les gustase su compañía
– A ver, patito, ¿puedes poner huevos?
– preguntaron los animales.
El patito dijo
– Pues… creo que no
– Entonces sólo puede haber un motivo
por el que la anciana te ha traído aquí
–Contestó el gato
con cierto todo de maldad.
– Creo que vas a formar parte
del banquete de esta noche
– continuó la gallina.
El patito se asustó tanto
por lo que los malvados animales
le contaron, que rápidamente
se marchó de aquel lugar.
El invierno llegó
y el patito ya no tenía
muchas fuerzas para continuar.
El frío y el hambre
le impedían seguir su camino.
Buscó cobijo entre los arbustos.
Hasta que un amable
granjero lo encontró
y se lo llevó a su granja
para que no muriese de frío.
El patito pensó
– Tal vez este sea
un buen lugar para vivir
–Pero nada de eso.
En cuanto el granjero salió del establo,
dos vacas enormes se acercaron
y le volvieron a insultar
– Pero ¿qué eres tú?
– dijo una
– Es el pato mas feo
que he visto jamás
– comentó la otra entre risitas.
El pobre patito
se apartó de los enormes animales
y se escondió en
una esquina del granero
– me quedaré aquí hasta que
acabe el invierno,
después seguiré mi camino
– se dijo.
Y así lo hizo.
Con el primer brote de primavera,
el pato salió de
la oscura esquina del granero
y continuó su camino.
No tardó mucho
en ver un grupo de preciosas
aves que volaban sobre él.
– Ojalá yo fuese tan hermoso – Pensó.
Poco después, vio un magnifico
lago y decidió darse un chapuzón.
Allí nadaban las mismas aves
que había visto volar.
Eran tan elegantes que decidió
no acercarse mucho
para evitar los insultos.
Pero sucedió algo.
Uno de ellos se giró
y le dijo, ven amigo,
únete a nosotros.
No se podía creer
que estuviesen hablando con él,
pero al acercarse al agua
pudo ver su reflejo por primera vez.
Todo había cambiado en él.
Ya no era un pato grande y feo.
Había crecido y era un precioso cisne.
Lo cierto es que nunca
había sido un patito feo,
eran los demás
los que no habían visto que,
en realidad, él era
un pequeño cisne.
Sin dudarlo ni un segundo,
el Patito…perdón, el hermoso cisne,
se unió al grupo
de hermosas aves y,
desde aquel día
ya nunca se sintió feo, ni diferente.
Al fin, el cisne encontró el cariño
y el respeto que durante
tanto tiempo había buscado.
FIN
Versión adaptada por Beatriz de las Heras